Tura / Poesía rubik


Cada movimiento abre en parte o explota el punto de unión. Todo giro es una cara, y cada cara significa y refracta sonido, idea e imagen. Onda expansiva que puede desmontar la dicción, contorsionar el pensamiento. El poema es un juguete. Bienvenido sea el lector, la poesía está en sus manos.
Maritza Kusanovic




Tura de Tex surgió en 1993 en el Centro Cultural Ricardo Rojas, de la reverberancia de las voces de tres en un bar, en pasillos, escaleras, en ratos libres entre talleres. Coordinados por Jorge Santiago Perednik, por entonces director del Programa de Altos Estudios en Poesía de la Universidad de Buenos Aires, los encuentros de lectura y experimentación poética reunieron en un trío a tres poetas sueltos: Silvia Castro, Ariel Gombert y Murdoxe.

A lo largo de cinco años presentaron lecturas corales de poesía rubik, denominada así en alusión al cubo diseñado por Ernő Rubik. Construido como herramienta para ayudar a entender objetos tridimensionales, su creador no percibió que había ideado un rompecabezas hasta la primera vez que mezcló sus colores e intentó volver las seis caras a la posición original. Su propósito era resolver el problema estructural de mover partes independientemente sin que un mecanismo entero se desintegrara.

Tura no intentaba resolver un enigma, sino mantener el mecanismo de la legibilidad in extremis, esto es, la linealidad de lo reverberante. Los poemas del trío si bien conservaron siempre su autoría individual, pueden entenderse como guiones o partituras de lectura triple, una traducción de ese momento del cubo en el cual lo plurisignificante busca o encuentra parcialmente su color.

Las dos plaquettes que editó el trío: Tura y Nos, fueron pensadas también en un formato deconstructivo, inspirado en el arquitecto Peter Eisenman, creador de edificios que casi no poseen estructuras verticales u horizontales, con formas que perturban, al punto de llegar a incomodar a sus residentes.

Como las viviendas de Eisenman, Tura y Nos eran distribuidas en un plegado amable a la vista, el tacto, y el diseño de la época, pero hostil a la lectura convencional. Jacques Derrida en La hospitalidad recuerda que la palabra hostil proviene del latín hostis, del mismo modo que  huésped. Las plaquettes de Tura respondían a este doble y común linaje. La palabra de Tura no venía para quedarse, se iba para volver. Pero nunca volvía del todo. Lo importante era ir recuperando terreno, cada permuta era un paso, un nuevo matiz, hacia el color olvidado:

“¿Qué Nos resulta de esto? ¿Tres tipos tipográficos idos hundidos del todo en el típico barro barroco? resentimos barra oblicua disentimos al ras de la res/a favor del residuo real ese resto/ esto irrespetuoso reverbera verbera real res/idencia del eso/del id en cuanto es lo que cuenta al fin de cuentas pero no lo que se cuenta del fin último cuento del último cuento” (Nos, fragmento)


Más información sobre el trío Aquí

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